Honduras, 7 y cuarto de la tarde de una húmeda tarde de Julio. Sólo llevo 3 días aquí y me parece que han sido semanas. Los días empiezan pronto, a las 6 y media de la mañana, porque aquí todo tiene otro ritmo y otra velocidad. Ahora comprendo el tópico de ¨Me estás estresando¨, con este calor sofocante es díficil moverse tan deprisa como en Madrid.

De momento todo está funcionando muy bien. A pesar de la situación politica del país, estamos haciendo todo lo que teníamos previsto. Eso sí, hay algunas situaciones curiosas, como la que se produce a las 9 de la noche, cuando interrumpen todos los programas de radio y televisión para dar el comunicado del gobierno de facto, el de Michelletti. En esos momentos tenemos la sensación de viajar en el tiempo, cuando una musiquilla estilo la del NODO pero mucho más animada, a lo caribeño, da entrada a un mensaje en el que se anuncia que el toque de queda se alarga de las 6 de la mañana a las 6 de la tarde en algunos de los departamentos próximos a la frontera con Nicaragua. Y aprovechan para dejar claro que lo hacen por el bien de los ciudadanos, y por su protección, cuando en realidad lo que están consiguiendo es que miles de personas lleven varios días seguidos sin salir de casa y seguramente pasando muchas penalidades.

Pero aquí en Tela las cosas están tranquilas, aparentemente, aunque eso no impide que la gente haga cola a la entrada de los bancos ¨por lo que pueda pasar¨


Estamos tomando mucho cariño a los niños de las aldeas infantiles (digo tomando que aquí no se puede decir ¨coger¨). Tratamos de enseñarles lo que podemos y también de que pasen un buen rato, haciendo juegos y demás. Es gratificante ver el interés que tienen por aprender. Nos piden que les pongamos tarea. Hoy Astrid, una de las niñas, se ha empeñado en aprender la tabla de multiplicar y al cabo de la mañana casi se la sabía.






La realidad de las aldeas es dura. A veces parece increíble que estos niños sobrevivan, entre tanta suciedad, andando descalzos, bebiendo del pozo con medio cuerpo dentro de él, subiéndose a los tejados como si fueran monos. Pero parece que tienen un Ángel de la Guarda que les protege y una especie de campo de fuerza invisible que les hace repeler las verjas oxidadas. Hablando de repeler, aún no nos han comido demasiado los mosquitos, pero este fin de semana será nuestro bautismo de fuego en las aldeas de la Esperanza y El Guano (sí, como la caca).